Esperpento


Érase una vez una Monarquía caduca...
Los habitantes de aquellas tierras aún se sorprendían al ver una imagen que traspasaba el esperpento. Su país se tambaleaba mientras que el rey mantenía  en una de sus extremidades un arma de fuego, signo de poder y respeto. Sus años parecían no pesarle, pero la corona le quedaba cada vez más y más grande. Su pueblo no dejaba de observar aquella instantánea, lejana de cualquier retrato en blanco y negro de antaño. 
Lo que más duele es saber que si aquel viejecito no se hubiese caído, jamás conoceríamos parte de este cuento... jamás se hubiese disculpado.

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